Opinión


15/09/20

Tomás Amparán

  1. El fracaso de la Autonomía

    Siempre que hay una crisis, del tipo que sea, ésta nos enseña que hay muchas cosas que se deben revisar. A mí me inculcaron que cuando realizas cualquier tipo de proyecto hay dos cosas fundamentales, entre otras muchas, en las que debes poner especial atención. La primera es desarrollar unos objetivos, que sean medibles y alcanzables, y la segunda y más importante es analizar de forma responsable y valorar como se ha desarrollado ese proyecto, en otras palabras, evaluar. Yo creo que ya va siendo de evaluar ciertas situaciones, ciertos acontecimientos y ciertas instituciones en este país. En España se lleva mucho eso de la crítica destructiva, pero se poco empeño en la crítica constructiva, aquella que sirve para valorar los resultados de cualquier actuación y que te aporta ideas para mejorar. Tampoco somos mucho de evaluar, cuando hacemos algo estamos convencidos que es lo mejor, cuando implantamos algo, pensamos que es inmejorable y cuando creamos una institución, la que sea, pensamos que es sublime, como diría un buen amigo mío. Pues no, no es así, todo debe ser revisado para poder ver qué cosas se han hecho bien y cuales no. Esto que les comento, parece algo tan básico, y muchos de ustedes que tengan su propio negocio, o realicen proyectos de empresa, lo tiene tan asumido que pueden extrañarse que yo lo exponga aquí, pero la realidad es que en política todo esto brilla por su ausencia.

    De los innumerables ejemplos que les puedo poner, y sobre de la gestión de la pandemia que estamos viviendo podríamos sacar unos cuantos, me voy a quedar con uno que empieza a clamar al cielo. Miren, nada es imperecedero, nada vale para siempre, entre otras cosa porque la gente cambia, las costumbres, la forma de vida, las circunstancias y hasta las propias generaciones, todo cambia. Y bajo ese prisma no tiene sentido que haya cosas que no puedan cambiar. Nadie dice que el estado de la Autonomías fuera un hito histórico hace 40 años, la piedra angular sobre la que se puso la base de la democracia en este país, pero esas autonomías muy válidas en aquel momento y en aquellas circunstancias, se forjaron bajo ciertas premisas que preferimos obviar por el bien común. Una de ellas fue que había que respetar ciertas autonomías que las pusieron de apellido “históricas”, como si el resto no tuvieran historia. Otra fue que algunas de ellas obtuvieron jugosos beneficios, sobre todo fiscales, que forjaron una evidente desigualdad con las restantes. Dicen que lo que mal empieza, mal acaba, pero es curioso que durante 30 años solo he escuchado las bondades del Estado Autonómico, lo fantásticas que eran las Comunidades Autónomas en España y el ejemplo que dábamos. Obviando por supuesto que el resto de países que nos rodean han sobrevivido sin ellas mucho más tiempo y sin muchas preocupaciones por no tenerlas iguales a las nuestras.

    No niego que el germen del Estado Autonómico, la raíz sobre la que se sustenta y la idea originaria de su creación fuera interesante, moderna y hasta audaz, si me lo permiten. Pero la realidad  ha demostrado, con el paso del tiempo, que no funciona. Hoy en día las Autonomías son un verdadero desastre, un “singobierno”, en el que sólo se han preocupado de tener más y más competencias para que muchos políticos mediocres puedan montarse sus chiringuitos donde poder colocar a asesores y colegas aun más mediocres que ellos, y así creerse importantes. Son un claro caldo de cultivo para un gasto innecesario por parte del Estado, dejando patente que su funcionalidad es nula. Miren, da igual donde dirijan sus miradas, Cantabria o Murcia son Comunidades uniprovinciales que no pintan absolutamente nada dentro del panorama estatal, si desaparecieran no lo notaría nadie. Madrid quiere tener estatus de capital de Estado y ser más que el resto, según su presidenta, si Madrid cae, cae España, una absoluta aberración dicha por alguien que no tiene categoría ni para ser jefa de escalera. Cataluña y Pais Vasco sólo piensan en el autogobierno, el país les preocupa solo en la medida que pueda darles lo que piden, y solo saben sangrar al estado porque su única obsesión es ser independientes. Las dos Castillas son un conglomerado de provincias que poco tienen que ver entre ellas y que están englobadas en la desigualdad de su propio territorio. Andalucía, permítanme la expresión, pero es así… es un cortijo, mal gestionado. Extremadura nada en la ignorancia más absoluta y la marginación del resto del país. Las ciudades autónomas sólo piensan en levantar la cabeza y chistar para decir “¡ehh! Que estamos aquí” No sea que Papá estado se despiste y deje entrar a los vecinos chungos del mundo “incivilizado”. Este resumen atrevido y si quieren, bastante irrespetuoso, es lo que piensan muchos, pero muchos españoles. Una pena que se piense así, pero un pensamiento abonado por años de egoísmos, de gestiones nefastas y de tener un sistema de gobierno que sólo premia a las minorías.

    Esta crisis ha dejado claro que es estado Autonómico, no aquel original y luminoso que se pensó, sino este oscuro y nefasto que hemos ido modelando en cuarenta años de democracia, es un absoluto fracaso. Las Comunidades son incapaces de poder gestionar cualquier crisis por pequeña que sea. Hemos queridos dejar al estado sin competencias y nos han querido vender que lo mejor era tenerlas en las Comunidades Autónomas, solo para poder gestionar un chiringuito modelado a la imagen de ciertos políticos muy malos. Hay mucho que revisar en este país, hay muchas cosas que analizar y valorar. Necesitamos políticos fuertes, hábiles y responsables, cosa que no hay ahora mismo y que no se vislumbra en un futuro cercano, para cambiar el rumbo de este Estado. Seguir así es caminar hacia el precipicio. Ellos lo saben, son más conscientes que yo, pero no van a hacer nada, porque como dice el dicho: “Entre bomberos no se pisan la manguera”, porque son todos igual de malos y todos quieren lo mismo, vivir a cuerpo de rey a costa de todos nosotros. Y sí, lo hago extensible a todos, siendo injusto seguramente, porque los realmente buenos políticos no están en la primera línea, ni en la segunda, ni en la tercera, ni en la cuarta. Los buenos están abajo del todo, de donde nunca les dejarán salir. Así que sí, me permito el lujo de decir que todos los políticos que tenemos son muy malos y ellos serán los responsables de llevarnos al fracaso y al colapso. Pero tengan una cosa en cuenta, mientras ustedes anden con el agua al cuello, ellos habrán dejado sus cuentas corrientes bien engordadas para no pasar penurias.

    Guarden esto, y sáquenlo dentro de unos años para recriminármelo y para decirme que estaba equivocado. Yo, por mi parte, también lo guardaré para decirles “ya se lo dije”.