Opinión


09/12/20

Guillermo Pérez-Cosío

  1. Juan Hormaechea: Un heterodoxo de la política en el Reino de los Cielos

    Se atribuye a Erasmo de Róterdam (1466-1536) haber perfeccionado la adoxografía, un arte que ya practicaban los antiguos griegos como forma de retórica. Consiste en utilizar la alabanza y el elogio en personas u objetos sin valor y que en sí mismos no serían merecedores de aprecio alguno por resultar triviales, feos, inútiles o ridículos.

    Tal es la impresión que a uno le provocan algunas necrologías sobre personas conocidas y con las que a menudo se tira de la adulación fácil y el encomio veloz para tapar las faltas del personaje.

    Con Juan Hormaechea, la izquierda y una parte de la derecha han practicado con verdadera fruición una adoxografía de signo contrario, restándole continuamente su mérito y su obra, pero no solo ahora que ha fallecido, sino siempre, también en vida.

    Un exconsejero que abandonó el comunismo –entonces alojado en las tinieblas exteriores– para acogerse al reconfortante calor de la casa común socialista –hoy ya chalé–, reprochaba hace poco a Juan Hormaechea que, cuando gobernaba, decidió que pedir dinero a Europa era de pobres. Acostumbrado a vivir de la subvención y de la ayuda o el regalo, cuando no se ha visto más dinero que el que proviene de las arcas públicas, es lógico desear que Cantabria reciba fondos de otros sin preocuparse por generar riqueza. Sigue pasando ahora.

    Y luego está la insistencia en destacar su condena por haber pagado unas 800.000 pesetas (algo menos de 6.000 euros) en cartelería de señalización de obra, sin formar expediente previo. Y lo vienen subrayando precisamente los responsables de los EREs andaluces, el robo del siglo: 679,2 millones de euros en ayudas que se han llevado por delante al presidente de la Junta nada menos que durante 19 años y a su sucesor en la región mas pobre de España y de Europa. Dinero entregado sin sujeción a procedimiento alguno, sin control de la Intervención, sin exigir la más mínima acreditación de una situación que legitimase la percepción de la supuesta ayuda y sin necesidad de justificar el empleo o uso del dinero que se recibía.

    'Andalucía inmensa', se leía en los anuncios turísticos, como aquí 'Cantabria infinita'. Inmensa sí, pero en ayudas públicas y subvenciones, la primera de España. Camino del infinito también vamos nosotros, pero no sé en qué.

    Y la condena de Juan Hormaechea. Ahora se denuncia la politización de la justicia y tratan de recortar la posibilidad de que los partidos políticos acudan a los tribunales, pero entonces nos encontramos con una acusación ejercida al unísono por PRC, PSOE y el desaparecido CDS, incapaces de doblegarle en las urnas y que finalmente consiguieron sentarle ante un tribunal. Su presidente, un hombre que no ocultaba su tendencia izquierdista e incluso su condición de represaliado por el franquismo, poco antes de iniciarse el juicio calificó en un diario de 'vergonzosas' unas acusaciones de Hormaechea sobre su falta de imparcialidad y añadió que 'revelan una catadura moral que yo no desearía para un presidente de una Comunidad Autónoma'.

    Al Consejo General del Poder Judicial de mayoría socialista le correspondía el nombramiento de los presidentes de tribunales superiores y había hecho muy bien su trabajo en Cantabria. Seguro que con este ejemplo se entiende mejor la actual polémica a propósito de la renovación de los miembros del Consejo por los partidos políticos y sobre todo ahora que el vicepresidente del Gobierno defiende que tanto Bildu, los herederos de ETA, como los golpistas de ERC, tienen todo el derecho a intervenir en la elección.

    La prensa aficionada a la trinchera política, casi tanto como al pesebre, que hace poco criticaba la filtración de unas conversaciones 'privadas' en las que la entonces Ministra de Justicia expresaba su preferencia por tribunales de hombres y aludía a la condición sexual de un compañero de gabinete, con Hormaechea no tuvo reparo alguno en divulgar el contenido de unas conversaciones obtenidas en animada charla con dos redactores entre las 3:00 y las 4:15 horas de la madrugada, cuando aquel ya había olvidando que los periodistas, como los policías, lo son las 24 horas del día. Ellos contaron que le vieron entonar Montañas nevadas y escucharon proferir frases sobre la diputada popular Isabel Tocino, José María Aznar, presidente del Partido Popular, al que calificó de 'charlotín' aludiendo a su bigote, y sobre Manuel Fraga, presidente de la Xunta de Galicia, que tampoco escapó a unas ocurrencias que hoy día resultan de lo más inocentes.

    Y los partidos. La izquierda protegiendo a los suyos y poniendo a la Ministra de Justicia 'homófoba' y 'machista' a la cabeza de la Fiscalía General del Estado donde viene haciendo lo que quiere Sánchez, pues claro. Mientras que, a Juan Hormaechea, la derecha cobardona de siempre, poco dada a defender a los suyos salvo por SMS ('Luis, sé fuerte') y desde luego nada amiga de 'charlotadas' que no vengan a propósito de protegerse con un bolso de mujer en el escaño de una moción de censura cuyo éxito suponía la entrega del poder a la izquierda, como ocurrió con Rajoy, le retiraba su apoyo y el PP pasaba a gobernar esta Región directamente con socialistas, regionalistas y centristas. Para que luego hablen de gobiernos Frankenstein.

    Se nos ha ido un heterodoxo. Un luchador incansable al que unos y otros hicieron la vida imposible hasta conseguir apartarle de manera abrupta de la contienda política en la que se habían visto eclipsados por completo. Si hay un purgatorio, es casi seguro que Juan Hormaechea ya lo pasó aquí.

    Tuve el placer de conocerle, tratarle y defenderle en el sentido mas procesal del término. También he lamentado mucho su muerte.