Opinión


23/10/19

Tomás Amparán

  1. ¡Santiago y cierra España!

    Discúlpenme, pero necesito decir algo sobre todo lo que rodea al asunto de Franco. Ya que hoy estamos a punto de sacarlo de su magno mausoleo, me parecía una buena oportunidad para hablar de uno de los personajes más fascinantes en toda esta historia. El protagonista de esto que les voy a contar, como bien refleja el título se llama Santiago. Y sobre Santiago voy a hablar. Sobre él y sobre los muchos “Santiagos” que hay todavía repartidos por esta bendita tierra nuestra. Y lo de bendita no es gratuito, lo digo por algo. Déjenme que les cuente su historia.

    Nuestro personaje nace en Madrid en 1972, y como nos llevamos un año, puedo decir que somos de la “quinta”, eso sí yo un poquito más joven que nuestro amigo. No llegaba a los cuatro años cuando Francisco Franco, Caudillo de España por la “Gracia de Dios”, falleció. De hecho, él cuenta que no recuerda nada de su muerte y mucho menos de su vida, quizás alguna imagen de esa comitiva fúnebre cuando se dirigía hacia el Valle de los Caídos. Seguramente como un preámbulo de lo que su vida le depararía unos cuantos años después. Salió estudioso Santiago, de hecho cursó estudios de Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid donde se doctoró en la especialidad en Historia Medieval. Hasta su tesis reflejaba las inquietudes interiores de nuestro protagonista, la Orden de la Cartuja en la España de los siglos XV y XVI, llevaba por título. Después de esto ejerció como profesor en la Universidad pero siempre estuvo abierto al campo del pensamiento y del ensayo, especialmente en relación con la Teología de la Historia y la Filosofía e Historia de las Civilizaciones, así como a la Mariología, que para el que no lo sepa es la parte de la teología católica que se dedica a la Virgen María. A los treinta años ingresó en el Monasterio Benedictino, para muchos esto sería una vocación tardía, pero nuestro querido Santiago llegó hasta aquí después de haber experimentado las bondades mundanas de la vida. Era feliz con las clases, con los compañeros y en el trato con los alumnos. Tenía todo lo que podía desear y hasta en su mente se dejaba entrever la posibilidad de casarse, ya que el matrimonio y los hijos le atraían mucho. Según sus palabras “era una vocación a la que estaba abierto; incluso tuve una novia tiempo antes”.

    Pero como muchos jóvenes de los años ochenta, desde niño había advertido una inquietud muy grande hacia la vida monástica y era algo que estaba latente en su alma. Le costó renunciar a tantas cosas que le gustaban y que había conseguido, así como a proyectos de futuro, como formar una familia. Pero esa voz interior era demasiado fuerte, así que un sacerdote le recomendó hacer unos ejercicios espirituales y allí se quedó. Desde entonces hasta ahora, en una carrera meteórica para alguien de cuarenta y siete años, y con tan sólo diecisiete de monje, ha logrado terminar siendo prior de la Abadía Benedictina de la Santa Cruz y convertirse en el verdadero adalid y garante de la memoria de su “Gracioso Caudillo” Franco.

    Miren, estas líneas las voy a escribir desde el más absoluto respeto, ya que en mi corazón y en mi alma sí que está presente la figura de Jesús, aunque evidentemente un Jesús muy distinto al de Santiago. He leído con curiosidad la carta que el Prior de la Abadía envió hace unos días a la Vicepresidenta del Gobierno de España, Carmen Calvo, referente a la exhumación del dictador Francisco Franco. Dictador que lo fue no por la gracia de ningún dios, y mucho menos el mío, si no por haber ganado una guerra después de un vergonzante golpe de Estado. Se lo envía a la misma Ministra que hace pocos días se reunió en el Vaticano con las autoridades eclesiásticas que deben decidir este tipo de cuestiones y las cuales no le han puesto ni una sólo objeción, cosa por otra parte obvia, ya que estamos hablando de algo que hasta la persona con menos sentido común puede entender. O no… de ahí que todavía en España haya muchos “Santiagos” que piensan que lo que va a ocurrir en unas horas va a ser un atropello a la moralidad católica. Les voy a decir una cosa, el silencio cómplice del Arzobispo de Madrid, cántabro de los pies a la cabeza, e íntegro como pocos dentro de esa curia, que tanto deja que desear, se ha convertido en un acto de ingratitud, de necedad y de muy poca caridad. España se ha portado muy bien con una iglesia cuasi medieval anclada en un pasado trasnochado que se niega a avanzar y que mantiene como responsables de ciertas iglesias locales a verdaderos incompetentes. Evidentemente esa iglesia no es mi Iglesia. Yo vengo de una en la que no se pedía dinero cuando se celebraba Misa porque eran tan pobres las gentes del barrio que a los curas les daba vergüenza pedir nada. Yo vengo de una Iglesia donde el cura había trabajado con sus manos y el sudor de su frente porque pensaban que había que vivir esa realidad para poder ayudar al prójimo, siempre decían que había que haber estado al lado de la gente que lo pasa mal para poder dar testimonio. Vengo de una Iglesia donde el cura se sentaba a tu lado, con las manos deshechas por el trabajo y enfermo por las fiebres, hablando de toda la labor que había que hacer en el Tercer Mundo. Vengo de una Iglesia donde cada día veíamos a una congragación de hombres y mujeres dejarse la vida por unos chavales con problemas. Y vengo de una Iglesia donde hay Casas de Acogida que reciben con los brazos abiertos a todos los que pasan por sus puertas porque consideran que todo el mundo tiene algo que aportar, sea quien sea y venga de donde venga.

    Mira Santiago, tú no puedes hablar en nombre de mi Iglesia, y esa actitud neofascista de la que hiciste gala años atrás puedes guardártela donde yo te diga. Tú eres un mandado, y no eres el líder de nada, eres un simple prior de un monasterio que según tu Orden te debes a la obediencia y a la oración. Y a ver si por una vez mi Iglesia, y las personas que la mal gobiernan, dan un golpe en la mesa y se dedican a lo que se tiene que dedicar, entre otras muchas cosas, a quitar de en medio tanta vulgaridad, que lo único que hace es manipular vilmente algo tan hermoso como el mensaje de Jesús, y se abstienen de meterse donde nadie les llama para dedicarse a hacer su labor en silencio y recogimiento. Por cierto, otro día hablaré de la familia del Dictador, pero hoy prefería hablar de una película de risa, no de una película de miedo.