Opinión


23/08/23

Juan Azcuénaga

  1. Se cumplen cien años del encarcelamiento en Santander de Rafael Gómez "El Gallo"

    La Asociación de la Prensa de Santander había programado una corrida de toros  para el día 24 de agosto de 1923 en la que se lidiarían ocho toros de doña Carmen de Federico (Murube) por los diestros Rafael Gómez "El Gallo", Julian Sainz «Saleri II», Manuel Jiménez «Chicuelo» (sustituía a José García Carranza "El Algabeño", cogido el día 5 en Vitoria al intentar dar un pase de rodillas) y Victoriano Roger «Valencia II». Lleno enorme en la plaza.

    La corrida fue calificada como «espectáculo indigno y lamentable» o «Tres horas mortales, tediosas, necesitaron para matar siete toros, ya que el octavo, completamente de noche, hubo de ser retirado por los mansos en medio de una bronca espantosa».

    Así que nos limitaremos a recordar la actuación de Rafael Gómez "El Gallo", nuestro objeto hoy. Un cronista decía que «Rafael el Gallo, en el derrumbamiento lastimoso de su gloria taurina, es contratado con el exclusivo objeto de que siga arrastrando su desprestigio y sirva de mofa de las gentes; de que llene las plazas un público cruel que va solamente a divertirse con el Gallo y a ver "las cosas de Rafael"». Añadía luego que «Inspiraba lástima su pánico horrible, su retirada grotesca en el toro octavo... Y su miedo terrible, su cara de espanto cuantas veces tenía que acercarse al toro».

    Ciñéndonos al aspecto taurino, la corrida se desarrollaba mal. En el primero de la tarde ya veroniqueó movido perdiendo terreno. El bicho aguantó cuatro varas derribando dos veces a los piqueros. Los banderilleros mal. "El Gallo" comenzaba la faena de muleta bailando y perdiendo terreno, dando sus «espantás». Un sablazo en la paletilla (bronca) y media estocada pescuecera que resulta suficiente (gran bronca).

    En el cuarto "Valencia II" resulta prendido por el muslo derecho, sacando destrozadas las taleguillas. En el último de sus intentos de descabello se rompe el estoque, saltando uno de los trozos al tendido sin consecuencias (un hecho similar se produciría en Bayona, Francia, el siguiente 3 de septiembre, cuando el estoque de Antonio Márquez saltó al tendido muriendo un hacendado cubano de 23 años que veraneaba en San Sebastián, Carlos Aguirre, y que la justicia gala sentenció al año siguiente como accidente fortuito; años más tarde, el 25 de julio de 1931, un hecho similar en Santander acaecido a Manuel Mejías "Bienvenida" hirió a dos espectadores, uno de ellos, Julio P. Nereo, pasó a la enfermería para ser curado. Y en La Coruña, el 6 de agosto de 1934, el estoque de Juan Belmonte salta al tendido y fallece Cándido Rey Roure, quien al deshacerse de él hirió levemente a Carlos García Puebla. Este hecho hizo que rápidamente el Gobierno de la República dictara el siguiente día 17 una Orden convocando información pública para elaborar un estoque que evitara estas desgracias. El desarrollo de citada Orden no fue lo rápido que se hubiera deseado, pues el nuevo estoque de descabello tuvo que esperar a la promulgación de la Orden de 6 de enero de 1936).

    Correspondía el quinto, berrendo en negro, a "El Gallo" quien «lo saluda de tres mantazos». "Saleri II" hace un quite superior y "Chicuelo" otro estupendo. El balance del primer tercio son cinco puyazos, tres tumbos y un jaco. Hace un quite con una preciosa serpentina y ofrece banderillas a sus compañeros, aceptando solo "Saleri II", quien clava un par bueno. "El Gallo" deja un par de frente superior, premiado con «palmazas». Muletea vistosamente pero el público nota engaño en lo que hace y comienza el motín. Un sablazo a la media vuelta (pitos), más pases como caen y un pinchazo, media estocada caída, entrando con mucho cuarteo. Termina descabellando (bronca).

    En el sexto comienza a llover. En el séptimo el picador Barajas pasa a la enfermería y en la faena de muleta el bicho salta al callejón con el susto consiguiente.

    Pero, el octavo, por la cogida de "Valencia II" le corresponde lidiarlo a "El Gallo". Aburrimiento en los dos primeros tercios. La faena de muleta comienza entre «espantás» y muestras de gran pánico. Surge la bronca, denuestos e insultos y lluvia de almohadillas sobre la arena. Una le da en la cara al diestro, que tira los trastos y se dirige a la enfermería. Mientras, el toro sólo en el ruedo, pues los demás toreros se retiran entre barreras. El presidente, el alcalde Álvarez San Martín, llama al palco a "El Gallo" y a "Saleri II" quienes dicen que no pueden torear porque es de noche. Más protestas del público.

    Entonces la presidencia ordena que lleven a "El Gallo" a Comisaría. Vestido de luces, acompañado de guardias civiles, sube al automóvil que lo llevará. Parte del público le espera a la salida provisto de piedras, impidiéndolo la fuerza pública que da varias cargas. Los otros diestros salieron protegidos por la Guardia Civil. El público que quedaba en la plaza pretende quemarla, teniendo la Guardia Civil que desalojar los tendidos.

    Finalmente, desde Comisaría, a la una y media de la madrugada, Rafael Gómez "El Gallo" ingresaba en la prisión provincial. Fue puesto en libertad a las siete de la mañana, no sin que antes protagonizara otra anécdota curiosa. Habiendo oído a una pregonera vocear churros parece que pidió permiso —al jefe de la prisión— para convidar a churros a los presos, lo que efectuó tras recibir la autorización.

    En automóviles, emprendió con su cuadrilla viaje a Madrid para intentar alcanzar un tren que lo llevara a Sanlúcar de Barrameda, donde el día 26 tenía previsto «dar otro mitin taurino».

    Nuestra ciudad ya tenía el precedente de la actuación de otro diestro peculiar, José Redondo "El Chiclanero" quien, como ya hemos relatado anteriormente, tras la corrida del 17 de agosto de 1846, terminó en la cárcel por un presidente, el gobernador civil, Manuel García Herreros, inepto para esas obligaciones y autoritario, como ya había demostrado en destinos anteriores —en León se alegraron fuera trasladado— y un militar, el brigadier Bernardo de Echaluce y Osinalde, que mostró excesivo celo. Entre ambos pueden repartirse la culpa de dos muertos de un solo disparo.

    Se da la circunstancia de que este mismo año 1923, en la novillada celebrada el 15 de julio, el local Manolo Menchaca también había provocado otro tumulto de consideración, que se saldó devolviendo el importe íntegro de las entradas e importantes destrozos, al abandonar el ruedo sin permiso y sin haber finalizado la corrida, correspondiéndole, por cogida de Vicente Clemente "Alpargaterito", lidiar el sexto. Cuando encontraron a Menchaca «estaba metido en la cama y decía que estaba enfermo». Fue puesto a disposición del gobernador civil.

    Estos últimos ejemplos nos permiten comprobar que el genial Rafael Gómez "El Gallo" no fue el único que provocó escándalos de importancia en nuestra plaza de toros.