Opinión


17/02/22

Javier Domenech

  1. Vamos a mirar a otro lado

    Quizás usted no se haya enterado, porque prefiera vivir en Babia o porque, dedica su preocupación a trabajar o buscar empleo. Pero mire usted: recientemente se consiguió sacar adelante algunos aspectos de una ley laboral cuya derogación había sido reiteradamente anunciada. Por supuesto con apoyos completamente distintos a los que cohesionan el gobierno o forma parte del mismo, que se dice pronto. Y es que va a ser difícil que se repita el papelón de un Parlamento, donde un error de voto, por la estupidez de un diputado, por la actitud de la Presidente de la cámara y por la reacción tabernaria base de gritos e insultos, ha constituido la noticia estrella de la legislatura.

    Usted, como muchos, dirigía su atención hacia otros temas: la indignación por la generosidad con que se deriva el dinero público hacia los territorios más insolidarios con el resto del país, que además anuncian el incumplimiento de las leyes y por la ignorancia de los asuntos que afectan a miles de personas como el encarecimiento generalizado de los precios de alimentos, luz y gasolina, la constante impunidad de los okupas o esperaba la reforma que nunca llega de una Justicia que tarda años en dictar sus sentencias. Pues está usted equivocado. Aunque le parezca mentira, los políticos actuales consideran que lo que de verdad importa a la inmensa mayoría de los españoles la identidad sexual de los párvulos, las nuevas formas de expresión identitaria para que la mujer consiga sus plenos derechos e incluso el calentamiento global del planeta. Y por supuesto que las derechas no gobiernen. Aunque sean mayoría.

    Pero existe algo que a todos va a afectar en muy pocos años. Vivimos en una sociedad de viejos, donde la caja de la seguridad social se vacía mes a mes y la deuda pública crece casi un tercio más que lo que produce todo el país. Y se intenta compensar con aumentando los impuestos, entrando en una espiral que sólo lleva a mayor empobrecimiento, ignorando que para mantener un estado de Bienestar como el hasta ahora existente, solo existen dos vías. O se reduce de forma drástica el gasto público o se aumentan fuertemente los impuestos de quienes trabajan y de las empresas. De lo primero, ni hablar. ¿Cómo vamos a reducir los puestos dependientes del Gobierno, las subvenciones culturales, la financiación de los sindicatos o el pozo sin fondo de  televisión española, por poner unos minúsculos ejemplos?. Lo que hay que hacer, es que los ricos y las empresas paguen más por sus beneficios. Aunque eso suponga el riesgo de que abandonen su actividad huyendo hacia lugares de menor carga fiscal o la certeza de que los precios se encarecerán y cada españolito de a pie verá soportar el deterioro económico. 
     
    Estamos muy satisfechos por haber creado más puestos de trabajo aunque la mitad, con carácter temporal, sean del sector público sanitario y educativo, los cuales no aportan ni un céntimo de euro a la riqueza nacional. Pero la pequeña y mediana empresa, el 90% del tejido productivo español, sigue paralizada. Y además, se anuncian victoriosamente que el pasado año la Hacienda pública consiguió recaudar un 15 % más, como signo de recuperación económica. Lo que  no se añade –y sí se oculta– es que la inflación subió un 6,5%, el IRPF un 22% y  la presión fiscal alcanzó el 36% del PIB. Hay ministros que, en vez de aplaudir, como si estuviesen en un tablao flamenco, deberían aprender un poco de aritmética o quedarse calladitos.

    Mientras tanto, seguirá el alza de los precios, la  necesidad de reformar la Seguridad Social, la ineficiencia del sistema educativo, el anquilosamiento de una Justicia  esperando su modernización, la ausencia de un plan hidrológico y de una política energética y muchos más asuntos, que quizás sí sean de interés nacional. Pero claro, desde hace décadas el Parlamento español ha olvidado que los grandes proyectos, exigen acuerdos amplios y no pueden proclamarse cambios legales por un solo voto de diferencia. Y eso lo sabe usted, a quien ya no le interesa el debate político actual, harto de promesas incumplidas y de que le tomen por idiota unos señores que, por sus declaraciones y por su actitud, parecen vivir en otro país. Así que vanos a mirar a otro lado.