Opinión


15/08/21

Juan Azcuénaga

  1. Toros hace 175 años

    Hace 175 años toreaba tres días en Santander el diestro José Redondo, El Chiclanero

    El tercer día la corrida finalizó con tumulto, un toro fugado y el diestro y su cuadrilla, encarcelados.

    Al mandar calar las bayonetas se escapó un tiro y hubo dos muertos

    Tres empresarios locales arrendaban al Ayuntamiento los terrenos donde se construyó en 1845 la primera plaza de toros estable de nuestra ciudad en lo que había sido el juego de pelota, detrás de la calle de Burgos. Allí en ese año se celebraron cuatro corridas.

    Para el año siguiente, 1846, hace ahora 175 años, la empresa anunciaba primero cuatro y finalmente serían tres las corridas que se celebraron los días 15, 16 y 17 de agosto y para las que contrataron a José Redondo, El Chiclanero, y Gaspar Díaz, Lavi, de Cádiz. El día 15 presentó una tarde lluviosa comenzando con agua la corrida. El primer toro, y el tercero, acometieron con bravura, pero el resto habían parecido maulas. El Chiclanero había agradado «por su donaire y sus maneras cómicas».

    El segundo día, el 16, los tres toros de Antero López, de Colmenar Viejo (Madrid), resultaron malos. Los otros cinco dejaba al público contento y con la esperanza de finalizar con buen sabor.

    El día 17 nos dejaba en el cartel como único espada a El Chiclanero y se anunciaban interesantes novedades. Empezaban por el diestro que «agradecido á los favores que ha recibido de este respetable público, ejecutará en esta funcion muchas y difíciles suertes, entre ellas el salto del trascuerno y banderilleará dos toros». Asimismo Matías Muñiz, banderillero ciudadrealeño, haría el sato de la Pica; Cayetano Sanz, a la sazón banderillero, mataría el último toro y el picador Pedro Romero mataría un toro a caballo con la espada. El cartel informaba también de los toros y sus procedencias.

    Con esos antecedentes es probable que el público esperase pasar una agradable y amena tarde de toros. Y así parece que transcurría la corrida, pues «Llevábase en paz la fiesta», que sin embargo no cumplía las promesas anunciadas. Para colmo ocurría algo habitual en la época, los toros estaban matando tantos caballos que había problemas entre la empresa y los picadores, a quienes apoyaba el torero.

    En aquellas fechas no había prensa local. Únicamente se publicaba el Boletín Oficial de la provincia. Las informaciones que han llegado a nosotros presentan notorias discrepancias como veremos.

    Se dice que el problema se planteó en el sexto toro (incluso Simón Cabarga cita su nombre "Asesino"), otros dicen que en el último (así Basáñez nos le cita por su nombre "Veneno"). Tanto da. El caso es que la corrida hubo de suspenderse por orden de la autoridad, Manuel García Herreros, quien ante el desacato del torero ordenó su detención, junto con su cuadrilla, y su traslado, a pie, hasta la cárcel de Santa Marái Egipciaca, escoltado por la fuerza pública.

    Entretanto, el toro aprovechó que abrían la puerta de caballos para escapar. Y encontramos otra historia. Unos dicen que escapó calle de Burgos abajo, por la Alameda y Atarazanas hasta la Dársena donde fue muerto por unos marineros (hecho que había sucedido efectivamente así en la primera corrida del año anterior). Otros que fue muerto a tiros por la guardia civil en el callejón y hay quien dice que fue estoqueado por El Chiclanero con gran riesgo de su vida.

    El público apoyaba al torero y fue tal el tumulto que el comandante general se presentó con la fuerza armada para proteger la cárcel. Aquí el bando que publicó al día siguiente el jefe político/gobernador civil, Manuel García Herreros, dice mandó «calar la bayoneta, y al tiempo de ejecutarse este movimiento se escapa un tiro, haciendo dos víctimas en el acto». No parece tener mucha credibilidad lo afirmado por la autoridad: un tiro y dos muertos. José Antonio del Río Sainz dice al respecto que «respondió el piquete con una descarga, algunos de cuyos proyectiles fueron a herir mortalmente a un joven industrial, Simón Garriga y a un infeliz cantero que entraba en el portal de su casa". Por desgracia, este, del que no se cita el nombre, dejó viuda y siete hijos.

    En el referido bando también se informaba a la población de que el torero había sido multado con 6.000 reales (no se sabe cuánto había cobrado por actuar los tres días en nuestra ciudad, pero sí conocemos que por actuar en Madrid había percibido 3.100 reales por una corrida) y además era expulsado al día siguiente en la diligencia.

    Días más tarde se publicaría en Madrid que esa cantidad que el jefe politico habia mandado retener a El Chiclanero los destinaba «al socorro de la viuda de una de las víctimas». Se añadía que si bien se aplaudía tan filantrópico objeto, se desconocía en qué leyes se fundaba para tal disposición, «pues si es por vía de resarcimiento daños y perjuicios, no creemos que estos debieran pesar esclusivamente sobre la cuadrilla».

    En 1847, el alcalde de la ciudad Agustín de la Cuesta impulsaba dos campañas municipales en pro de los baños de ola, en mayo y julio, cuyo ingresos iban destinados a la beneficencia municipal. En mayo próximo se cumplirán 150 años de esos primeros anuncios. Y ese año todavía habría corridas de toros en esta plaza, pero en septiembre se anunciaba su venta, por lo que no parece probable que subsistiera, como decía Cossío, hasta 1859, en que se inauguró la del barrio de Molnedo.